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sábado, 6 de junio de 2009

Un silencio elocuente y una soledad habitada.

Permanecer en Jesús es la prueba de fuego que me toca vivir a diario en esta época convulsionada y pluralista. Una sociedad que gira en torno al individuo. Cada vez que anuncio a Jesucristo a los jóvenes adolescentes me encuentro con tierra noble, con montañas escarpadas, con océanos, con corazones dispuestos a la fe y con islas también, que me hacen volver al silencio, ir a lo profundo para llenarme de Él. El silencio elocuente me hace encontrar al Dios que mora en lo profundo de mi alma. Quién se siente llamado/a a consagrar la vida a Jesucristo vive en soledad para pender solamente de los anuncios de Dios-Amor. Se vive en una soledad que alberga una presencia. El Señor nos conoce. Cuanto más amigos y servidores de Dios somos, más conscientes somos de haber sido elegidos/as y honrados/as para dar a Dios un servicio cualificado en la Iglesia y para el mundo. Esta es la radicalidad de la entrega que apasiona y contagia.